Somos un colectivo conformado por la Nancy, la Bellei y la Dani. Investigamos los vínculos entre procesos creativos, de aprendizaje y personales; un continuo que se nutre en el encuentro con otrxs. Estamos interesadas en tomar una posición dialogante haciendo de la experiencia y el constante cuestionamiento un aspecto central en nuestra práctica. Dicha posición nos lleva a pensar en la sustentabilidad como una forma posible de nuevas relaciones entre lxs seres vivos: tiempos, responsabilidades, materialidades, cotidianidades, afectos, participaciones y colaboraciones. De esta manera, nuestra línea de trabajo se mueve entre experiencias y dispositivos creativos, comprendiendo el arte como un lugar de aprendizaje constante.



“Se puede afirmar que la enseñanza del arte se dedica fundamentalmente a la enseñanza sobre cómo hacer productos y cómo funcionar como artista, en lugar de cómo revelar cosas” (Camnitzer, 2012, p.3)



Con el tiempo hemos ido comprendiendo el arte más allá de un objeto (obra) y hemos tomado consciencia y validado aquello que ocurre en el proceso, así como fuera de los marcos de lo que se exhibe. Intentamos que en lo que hacemos los errores, que exceden el resultado, sean fundamentales para que este emerja ya que, son parte del camino creativo y de investigación, se hagan evidentes. Es por ello que muchas de las cosas que verás en esta página no son procesos concluidos sino partes de un continuo encontrar nuevas conexiones y sentidos.
Colectivohab
Daniela Ricciardi + Carolina Bellei + Nancy Cila
¿Bosque o macetero?
El mundo vegetal cuenta con especies de maravillosas capacidades que a veces desconocemos, como la de distinguir longitudes de onda de color ultravioleta e infrarroja invisibles para lxs humanxs, así como sonidos para nosotrxs inaudibles. Algunas especies son sensibles a las ondas atmosféricas y otras pueden conectarse con sus cuidadores estableciendo un lazo afectivo sensorial incluso a kilómetros de distancia. Asimismo, pueden sentir y saber antes que suceda, que quieres cortarle un trozo o matarlx, sintiendo miedo y dolor. También pueden sentir amor cuando sacas alguno de sus frutos.

El macetero como dispositivo contenedor, ha permitido la migración de especies entre distintos ambientes y geografías multiplicando vida, siempre en espacios de crecimiento delimitados. La vida de macetero es domesticada como la de una casa, un mundo interior resguardado. Un principio de distribución que, si es solitario, luego de un tiempo puede poner en riesgo a su habitante, ya que le falta algo esencial: la red aérea y subterránea de conexiones recíprocas interespecie, seres afines con lxs que podría crear pequeños bosques controlados, ecosistemas maceteros.

Es aquí dónde aparece la idea de fuga, una raíz que sale por debajo del macetero, una rama que se extiende más allá de lo permitido, una raíz que abraza a un compañerx o que nunca lx encuentra. La fuga como indicio es parte de la voluntad de quien es colonizadx, alguien que busca emanciparse para ser bosque, ser selva, ser parte de un devenir múltiple que conecta directamente a la tierra y se adentra a lo desconocido compostando a través de la extensa red de intercambios nuevas posibilidades a mundos diversos, en un acto de reivindicación de la libertad y la naturaleza.

¿Bosque o macetero? nos invita a experimentar una forma más tentacular de conectarnos, de pensarnos en lo diverso e interespecie, de reconocer al otro sin volverse el otro, en definitiva, de habitar desde un pensamiento ecológico y desde una pedagogía plantífera, la trama de la coexistencia.